Alegato en favor de destruir todas las escuelas


En 1914, al final de su Herejías Pedagógicas, Giovanni Papini sentenciaba:
Es preciso cerrar las escuelas, todas las escuelas. De la primera a la última.
(...)
El alma humana ante todo. Es lo más precioso que cada uno de nosotros posee. Queremos salvarla, por lo menos cuando está echando las alas. Concederemos pensiones vitalicias a todos los maestros, intructores, prefectos, directores, profesores y bedeles, con tal que dejen salir a los jóvenes fuera de sus fábricas privilegiadas de cretinos del Estado. Después de tantos siglos estamos ya hartos. Quien está en contra la libertad y la juventud trabaja en pro de la imbecilidad y de la muerte.

Leo esto pensando en los profesores de estas latitudes... cuando no en los de otras que me ha tocado conocer. Salvo honrosas excepciones, el profesor es alguien que por vocación hace de su magisterio un acto fundante y de sus fueros una cerrada defensa del intelecto, del arte del pensar y de la inculcación de la vitalidad del afecto.
Muchos profesores se quejan del Estado ante la situación de la educación... pero pocos reconocen lo que ellos mismos han hecho en pro de la laxitud de la enseñanza. Pocos de ellos están dispuestos a reconocer que les faltó coraje para crear, coraje para corregir las atrocidades que las naciones suelen hacer sobre la educación estatal. No bastaba ser lacayo del Estado sino rendir ante éste las armas de una vocación casi siempre inexstente.

Al respecto en su Lecciones de los maestros - libro que debería estar atado en la corteza de los profesores - Georges Steiner señala:
Los peligros se corresponden con el júbilo. Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano.
Es buscar acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o de un adulto. Un maestro invade, irrumpe, puede arrasarcon el fin de limpiar y reconstruir. Una enseñanza deficiente, una rutina pedagógica, un estilo de instrucción que, conscientemente o no, sea cínico en sus metas meramente utilitarias, son destructivas. Arrancan de raíz la esperanza. la mala enseñanza es, casi literalmente, asesina y metafóricamente un pecado. Disminuye al alumno, reduce a la gris inanidad el motivo que presenta. Instila en la sensibilidad del niño o del adulto el más corrosivo de los ácidos, el aburrimiento, gas metano del hastío.

Dicho esto, la escuela necesita una revuelta eficaz que salve el curso de la transmisión oral y escrita. El Estado lo hace, siempre o casi siempre, mal. Los profesores sólo ondean sus banderas tras los dientes... entretanto...
cerremos las escuelas: una a una y todo andará mejor.