Ciudadanos, sí o sí

Por fin. Ya sé que una decisión del Tribunal Supremo no zanja el debate del todo, y siempre habrá resquicios, pero, grosso modo, la cosa ha quedado clara: no habrá objeción de conciencia que valga para la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Claro que no, oiga, ¿pero es que estamos locos? De modo que mañana, si a un padre no le parece bien que su hijo aprenda que los franceses nos invadieron en 1808, se declara objetor de conciencia de Historia, y aquí paz y después gloria.

Tal y como van las cosas, no es que deba ser obligatoria Educación para la Ciudadanía, es que casi debía ser una asignatura de sobresaliente obligado. Estamos hablado de una asignatura donde no te enseñan a restar, ni a calcular fórmulas ni a poner correctamente las tildes y las matildes, sino a respetar al que está a tu lado, a tener conciencia de ser "ciudadano", de "animal político", que como ya no hay griego ni latín, y lo de la filosofía anda también en vías de extinción, no tenemos ya ni idea de lo que suponían esos conceptos.

En algunas películas, el tipo duro va y dice: "Jamás me fío de alguien que no bebe". Pues a mí me ocurre igual con este asunto, ¿cómo te vas a fiar de alguien que no quiere que su hijo se eduque para una vida en comunidad? Que no hablamos de gustos ni de opciones. Porque que alguien tire un papel en la calle, me insulte o no trate con respeto a cuantos y cuanto le rodea, no es ninguna opción, sino una condición fundamental de convivencia.

¿Qué pasa? ¿Que a lo mejor se habla de anticonceptivos? ¿Y qué? ¿Que eso va contra su religión? Bueno, insisto, ¿y qué? El conocimiento, que no implica la acción, no va en contra de ninguna creencia religiosa, todo lo contrario. El hecho de que un chico -o su familia, más bien- sea de una religión que prohíbe los anticonceptivos no implica que él no deba conocerlos. Porque nunca se sabe lo que puede pasar, porque el conocimiento es lo que da libertad al individuo, y porque los caminos del Señor son inescrutables, ¿o no? Pues eso.

Pero esto no acaba aquí, claro. Seguro que los iluminados mediáticos de costumbre arengarán a sus fieles para que salgan en manifestación contra la decisión del Supremo. Y cualquiera que venga de fuera y vea el espectáculo dirá: "¡Oh, my God, en esa asignatura deben enseñar cómo excluir a los de otra raza, repudiar a los de otra religión o insultar a la abuela después de robarle la pensión!". Pero no, oiga, no es así para nada. ¿Será que es eso lo que a muchos le gustaría, que se impartieran “principios” más afines a sus creencias particulares? Bueno, menos lo de la pensión, eso ya no.

Ocurra lo que ocurra, celebro la decisión del Supremo.