Que haya suerte esta noche, amigos...

Vaya, cuántos días sin escribir. Reconozco que estando de vacaciones, en casa, me cuesta más sentarme ante el ordenador para dar vida a este blog. Hoy ando en el trabajo, y ahora que se aproxima la hora de salida, he decidido obligarme a escribir el primer post del año. Curiosamente, no se me ocurre mucho que decir. Y es que, desde esta mañana, mi mente anda demasiado ocupada en otros asuntos.

Es cinco de enero, noche de Reyes, y pocas cosas pueden interponerse hoy en mi camino que me distraigan del mundo de ilusión y fantasía que me embargará hasta la noche de mañana. Sí, ya sé que con treinta castañas al lomo uno debería ser menos infantil. ¿Y por qué, se puede saber? Pues mire usted, no me da la gana.

Un tipo muy serio y muy formal -¡Ja!-, que es mi hermano, se pone de los nervios si alguien bromea con susurrarle qué le van a traer los Reyes. Para él, es cosa sagrada. Tal vez se deba a que, siendo niño, se llevó la sorpresa más grande que jamás creo que se ha llevado nadie, cuando en su época de fiebre futbolística más férrea, los Reyes le regalaron el carné del Sevilla. Era un crío, ya digo, y aquello era lo más grande que le podía pasar: un trozo de cartón con el que podría ir al fútbol cada semana. He visto caras de asombro, pero como la de mi hermano aquella mañana, ninguna.

Pues no, ni a mi hermano ni a mí nos gustaron nunca los que van de descreídos por la vida con el tema de los Reyes Magos, y en contra de ese "realismo sucio" cada vez más extendido, nosotros nos empeñamos en conservar a cualquier precio la magia del seis de enero.

Podría dejarme llevar por la nostalgia -otra vez, sí, qué pesado-, pero me reprimiré. Me limitaré a desearos un feliz año 2009 a todos, que no lo había hecho hasta ahora, y dejaros con el deseo de que los Reyes Magos de Oriente os traigan muchas cosas esta noche.

Y para eso, ya se sabe, lo importante no es que uno crea Reyes, sino que los Reyes crean en ti...