
Acabo de llegar a la redacción para empezar con pocas ganas una nueva semana y me encuentro con un mensaje remitido a los medios de comunicación por la oficina de Pedro Almodóvar,
El Deseo, para celebrar el Oscar recibido por Penélope Cruz. En el emotivo texto se cuela un comentario que puede interpretarse de varias maneras, pero la más evidente, la que salta a la vista y la que me ha llevado a dedicarle esta entrada, es del todo inapropiado, injustificado y absurdo.
El Oscar de Penélope es el triunfo del talento, la ambición, la tenacidad, y unas dotes extraordinarias para la comedia. Y del valor de una actriz que se lanza de cabeza y sin paracaidas, con papeles muy arriesgados, a veces sin contar con apoyaturas dramáticas suficientes, como es el caso de la película de Allen, que ella suple con gracia, corazón y carisma. He llorado de alegría cuando he escuchado su nombre después del clásico "and the Oscar goes to".Pedro Almodóvar

¿De qué estás hablando, Pedrito? Y conste que yo suelo ser de los defensores a capa y espada del cine del manchego, pero me aprece una rabieta barriobajera el definir de ese modo el excelente guión del neoyorquino para
Vicky, Cristina, Barcelona, por no hablar de su elegante puesta en escena y sutileza narrativa, sin duda mucho menos "artificiosa" -puestos a luchar, luchemos- que la del autor de
Kika. En cuanto a "apoyaturas dramáticas", el papel de María Elena es una perita en dulce, todo un regalo lleno de matices y confeccionado muy en la línea de mujer popular latina, a lo Sophia Loren y Anna Magnani, que tanto gusta también al propio Almodóvar.
Del todo incomprensible veo este comentario, que además no viene al caso en absoluto. En un mensaje de felicitación de tan pocas líneas, una apreciación así denota el deseo y la necesidad de meter el dedo.
Muy mal, Pedro, el dedito debías haberlo metido en otro sitio (¡Que no, que no digo
ahí! ¡Qué mal pensados sois todos!).
Total,
Peter, que te has colado, bacalado.