Los asiduos a este blog ya sabéis de sobra que la música, como el cine, es una de mis grandes pasiones, así como influencia evidentes a la hora de sentarme ante el teclado para dar forma a mis propias creaciones.

La cosa, como digo, no ha quedado en la mera referencia, sino que me he animado a componer el tema en cuestión. Y ayer, tras descubrir unas sorprendentes herramientas que me escondía el programa Nero, me lancé a grabarla.
Hace ya bastantes años que no me atrevo a pasar tanto tiempo con la guitarra como hacía antes, y ha pasado una eternidad desde que compuse mi última canción. Sin embargo, he disfrutado mucho con este nuevo desafío, tal vez porque no es una canción mía, sino de Willie Pike, escrita con un estilo, un ritmo e incluso en un idioma con los que nunca había trabajado antes. Me ha gustado tanto la experiencia que ya trabajo con algunas ideas para dos nuevas canciones de Pike. Ya sabéis, locuras de escritor...
Sed buenos, no seáis crueles, pues no es mi intención con esta grabación hacer halago de capacidad interpretativa ni de dominio de las seis cuerdas. Tan sólo me resultaba simpática la idea de lanzar un "adelanto" de la novela, aún en proceso de escritura, de esta forma un tanto inusual.
La canción lleva por título Sam's ballad, y os dejo aquí la traducción dado que el viejo Willie Pike, como no podía ser de otra forma, compone sus piezas en su lengua natal.
La balada de Sam
Era un vendedor de almas.
Nada más que un narrador de historias.
Era el bebé muerto
antes de nacer.
Era un borrachín,
un mentiroso, un asesino de corazones.
Era un soñador
y Dios maldijo su espíritu.
Así que todas aquellas noches en El Paso,
de camino a través de Santa Fe,
amando a malas mujeres, bebiendo tequila;
esos recuerdos vuelven a mí ahora
al pensar en Sam Lonergan.
Abrazó la soledad.
Fue el gran olvidado.
Mordió la manzana
y se la escupió a Dios.
Él era el padre,
el marido, el mal hijo.
Él era el amigo
que te gustaría tener.
Así que todas aquellas noches en El Paso,
de camino a través de Santa Fe,
amando a malas mujeres, bebiendo tequila;
esos recuerdos vuelven a mí ahora
al pensar en Sam Lonergan.
Era un vendedor de almas.
Nada más que un narrador de historias.
Era el bebé muerto
antes de nacer.
Era un borrachín,
un mentiroso, un asesino de corazones.
Era un soñador
y Dios maldijo su espíritu.
Así que todas aquellas noches en El Paso,
de camino a través de Santa Fe,
amando a malas mujeres, bebiendo tequila;
esos recuerdos vuelven a mí ahora
al pensar en Sam Lonergan.
Abrazó la soledad.
Fue el gran olvidado.
Mordió la manzana
y se la escupió a Dios.
Él era el padre,
el marido, el mal hijo.
Él era el amigo
que te gustaría tener.
Así que todas aquellas noches en El Paso,
de camino a través de Santa Fe,
amando a malas mujeres, bebiendo tequila;
esos recuerdos vuelven a mí ahora
al pensar en Sam Lonergan.